quinta-feira, 16 de outubro de 2008

GABRIELA MISTRAL


LA TIERRA

Niño indio, si estás cansado,
tú te acuestas sobre la Tierra,
y lo mismo si estás alegre,
hijo mío, juega con ella...

Se oyen cosas maravillosas
al tambor indio de la Tierra:
se oye el fuego que sube y baja
buscando el cielo, y no sosiega.
Rueda y rueda, se oyen los ríos
en cascadas que no se cuentan.
Se oye mugir los animales;
se oye el hacha comer la selva.
Se oyen sonar telares indios.
Se oyen trillas, se oyen fiestas.

Donde el indio lo está llamando,
el tambor indio le contesta,
y tañe cerca y tañe lejos,
como el que huye y que regresa...

Todo lo toma, todo lo carga
el lomo santo de la Tierra:
lo que camina, lo que duerme,
lo que retoza y lo que pena;
y lleva vivos y muertos
el tambor indio de la Tierra.

Cuando muera, no llores, hijo:
pecho a pecho ponte con ella
y si sujetas los alientos
como que todo o nada fueras,
tú escucharás subir su brazo
que me tenía y que me entrega
a la madre que estaba rota
tú la verás volver entera.

GOTAS DE HIEL
No me cantes: siempre queda
a tu lengua apegado
un canto: el que debió ser entregado.

No beses: siempre queda,
por maldición extraña,
el beso al que no alcanzan las entrañas.

Reza, reza que es dulce: pero sabe
que no acierta a decir tu lengua avara
el sólo Padre Nuestro que salvara.

Y no llames la muerte por clemente,
pues en las carnes de blancura inmensa,
un jirón vivo quedará que siente
la piedra que te ahoga
y el gusano voraz que te destrenza.


COPLAS

Todo adquiere en mi boca
un sabor persistente de lágrimas:
el manjar cotidiano, la trova
y hasta la plegaria.

Yo tengo otro oficio,
después del callado de amarte,
que este oficio de lágrimas, duro,
que tú me dejaste.

¡Ojos apretados
de calientes lágrimas!
¡Boca atribulada y convulsa,
en que todo se me hace plegaria!

¡Tengo una vergüenza
de vivir de este modo cobarde!
¡Ni voy en tu busca
Ni consigo tampoco olvidarte!

Un remordimiento me sangra
de mirar un cielo
que no ven tus ojos,
¡de palpar las rosas
que sustenta la cal de tus huesos!


LA LLUVIA LENTA

Esta agua medrosa y triste,
como un niño que padece,
antes de tocar la tierra
desfallece.

Quieto el árbol, quiero el viento,
¡y en el silencio estupendo,
este fino llanto amargo
cayendo!

El cielo es como un inmenso
corazón que se abre, amargo.
No llueve: es un sangrar lento
y largo.

Dentro del hogar, los hombres
ni sienten esta amargura,
este envío de agua triste
de la altura.

Este largo y fatigante
descender de agua vencida.
hacia la Terra yacente
y transida.

Bajando el agua inerte,
callada como un ensueño,
como las criaturas leves
de los sueños.

Llueve… y como chacal lento
La noche acecha en la tierra.
¿Qué va a surgir, en la sombra,
de la Tierra?

¿Dormiréis, mientras afuera
cae, sufriendo, esta agua inerte,
esta agua letal, hermana
de la Muerte?


CIMA

La hora de la tarde, la que pone
su sangre en las montañas.

Alguien en esta hora está sufriendo;
una pierde, angustiada,
en este atardecer el solo pecho
contra el cual estrechaba.

Hay algún corazón en donde moja
la tarde aquella cima ensangrentada.

El valle ya está en sombra
y se llena de calma.
Pero mira de lo hondo que se enciende
de rojez la montaña.

Yo me pongo a cantar siempre a esta hora
mi invariable canción atribulada.

¿Será yo la que baño
la cumbre de escarlata?

Llevo a mi corazón la mano, y siento
que mi costado mana.


DAME LA MANO

Dame la mano y danzaremos;
dame la mano y me amarás.
Como una sola flor seremos,
como una flor, y nada más.

El mismo verso cantaremos,
al mismo paso bailarás.
Como una espiga ondularemos,
como una espiga, y nada más.

Te llamas Rosa y yo Esperanza;
pero tu nombre olvidarás,
porque seremos una danza
en la colina, y nada más.




EM PORTUGUÊS


A TERRA

Tradução de José Jeronymo Rivera

Indiozinho, se estás cansado
Tu te recostas sobre a Terra,
fazes igual se estás alegre,
vai, filho meu, brinca com ela...

Que de coisas maravilhosas
soa o tambor índio da Terra:
se ouve o fogo que sobe e desce
buscando o céu, e não sossega.
Roda e roda, se ouvem os rios
em cascatas que não se contam.
Se ouve mugir os animais;
comer o machado a selva.
Ouve-se soar teares índios.
Se ouvem trilhos e se ouvem festas.

Aonde o índio está chamando,
o tambor índio lhe contesta,
e tange perto e tange longe,
como o que foge e que regressa...

Tudo toma, tudo carrega
o corpo sagrado da Terra:
o que caminha, o que adormece,
o que se diverte e o que pena;
os vivos e também os mortos
leva o tambor índio da Terra.

Quando eu morrer, não chores, filho:
peito a peito junta-te a ela
e se dominas o teu fôlego
como quem tudo ou nada seja,
tu ouvirás subir seu braço
que me jungia e que me entrega
e a mãe que estava quebrantada
tu a verás tornar inteira.


GOTAS DE FEL

Trad. de Ruth Sylvia de Miranda Salles


Não cantes: sempre fica
à tua língua apegado
um canto: o que faltou ser enviado.

Não beijes: sempre fica,
por maldição estranha,
o beijo a que não chegam as entranhas.

Reza, reza que é bom; mas reconhece
que não sabes, com tua língua avara,
dizer um só Pai Nosso que salvara.

E não chames a morte de clemente,
porque, na carne que a brancura alcança,
uma beirada viva fica e sente
a pedra que te afoga
e o verme voraz que te destrança.


COPLAS

Trad. de Ruth Sylvia de Miranda Salles


A tudo, em minha boca,
um sabor de lágrimas se acresce;
a meu pão cotidiano, a meu canto
e até à minha prece.

Eu não tenho outro oficio,
depois do silente de amar-te,
que este oficio de lágrimas, duro,
que tu me deixaste.

Olhos apertados
de candentes lágrimas!
Boca atribulada e convulsa,
em que prece tudo se tornava!

Tenho um vergonha
deste modo covarde de ser!
Nem vou em tua busca
nem consigo também te esquecer!

E há um romoer que me sangra
de olhar um céu
não visto por teus olhos,
de apalpar as rosas
sustentadas pela cal de teus ossos!


A CHUVA LENTA

Trad. de Ruth Sylvia de Miranda Salles


Esta água medrosa e triste,
como criança que padece,
antes de tocar a tierra,
desfalece.

Quietos a árvore e o vento,
e no silêncio estupendo,
este fino pranto amargo,
vertendo!

Todo o céu é um coração
aberto em agro tormento.
Não chove: é um sangrar longo
e lento.

Dentro das casas, os homens
não sentem esta amargura,
este envio de água triste
da altura;

este longo e fatigante
descer de água vencida,
por sobre a terra que jaz
transida.

Em baixando a água inerte,
calada como eu suponho
que sejam os vultos leves
de um sonho.

Chove... e como chacal lento
a noite espreita na serra.
Que irá surgir na sombra
da Terra?

Dormireis, quando lá foram
sofrendo, esta água inerte
e letal, irmã da Morte
se verte?


CUME

Trad. de Ruth Sylvia de Miranda Salles


É a hora da tarde, essa que põe
seu sangue nas montanhas.

E nesta hora alguém está sofrendo;
uma perde, angustiada,
bem neste entardecer o único peito
contra o qual se estreitava.

Há algum coração em que o poente
Mergulha aquele cume ensangüentado.

O vale já sombreia
e se enche de calma.
Mas, lá do fundo, vê que se incendeia
de rubor a montanha.

A esta hora ponho-me a cantar
minha eterna canção atribulada.

Sou eu que estou batendo
o cume de escarlate?

Ponho em meu coração a mão e o sinto
a verter quando bate.


DÁ-ME TUA MÃO

Dá-me tua mão, e dançaremos;
dá-me tua mão e me amarás.
Como uma só flor nós seremos,
como uma flora, e nada mais.

O mesmo verso cantaremos,
no mesmo passo bailarás.
Como uma espiga ondularemos,
como uma espiga, e nada mais.

Chamas-te Rosa e eu Esperança;
Porém teu nome esquecerás,
Porque seremos uma dança
sobre a colina, e nada mais.



Extraídos de GABRIELA MISTRAL & CECÍLIA MEIRELES; GABRIELA MISTRAL Y CECÍLIA MEIRELES. Rio de Janeiro: Academia Brasileira de Letras; Santiago de Chile: Academia Chilena de La Lengua, 2003

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